Si observamos con detenimiento nos podremos percatar que existen valores intangibles de gran alcance en los servicios que mucha gente brinda alrededor del mundo. Tienen que ver con actitudes y demostraciones que el “ser de servicio” brinda de manera incondicional a cada uno de sus clientes por reconocer en ellos la razón de ser de su proyecto de negocio.
Este modelo no es del todo novedoso, ya que antes debido a la densidad de población y la ley de oferta demanda, se podía ser más cercano a los clientes e incluso compartir aspectos personales en forma natural que reforzaban el vínculo entre proveedores y clientes en forma bidireccional. Se creaba un lazo que trascendía a futuras generaciones de dichos personajes y así no era raro ver que una marca podía rebasar la vida de los propios fundadores debido a la “estafeta” que quedaba pactada entre las partes, ¿has cruzado al otro lado de la ciudad por querer ir a ese sitio especial al que te llevaban tus padres? A eso me refiero.
Ese fenómeno personal y corporativo se puede reconocer como “experiencia”, una situación
determinada que quedaba grabada en mente y corazón de cada una de las personas relacionadas y en forma incluso inconsciente movía a las mismas a querer buscar de nuevo a esa marca y/o colores a pesar de que ya era atendida por nuevos personajes.
El “dinero emocional” en sentido figurado son esas inversiones que hacemos con cada cliente cuando de manera genuina y cercana habilitamos canales de confianza con actitudes de valor agregado como simplemente ver a los ojos al cliente, escucharlo, regular nuestras emociones durante la operación con resiliencia y nos destacamos por brindar valores personales que obtuvimos en casa como el respeto, honestidad y solidaridad entre otros. Una felicitación por un logro, admiración por la labor de nuestros clientes o el acompañamiento genuino en una pérdida significativa. Ese entrenamiento ciertamente lo podemos conocer en teoría, pero la raíz se encuentra en la disposición que nos refleja calidez, cercanía y solidaridad como componentes humanos innatos.
Curiosamente al aumentar la oferta, la demanda y la competencia, han surgido modelos
robotizados que pretenden cercanía desde el modelo del cliente con frases prefabricadas y
estereotipos de servicio que resultan insuficientes, ya que el cliente es más suspicaz y tiene afuera un abanico de posibilidades que lo pueden llevar a romper lazos históricos con la marca.
Mucha atención porque así como hay “dinero emocional”, también hay “rocas actitudinales” que pueden causar daño irreversible a nuestros clientes, un foco consciente y amor por lo que hacemos puede ser el mayor antídoto para evitar dichos descuidos que han sido causa de quiebra de grandes marcas por la tremenda miopía y sordera que mostraron en su momento, en otros términos indiferencia.
Date la oportunidad de demostrar en esta marca que promueves día a día ser un distintivo y un diferenciador para que el cliente identifique un nombre y apellido que avala dicha marca
comercial, recuerda que los edificios realmente son personas y que hay sangre y vida e historia en cada uno de nuestros valiosos clientes.
Y tú…. ¿trabajas por un sueldo económico y bonos?, ¿o hay algo más por lo que trabajas día a día?,
quizás un objetivo mucho más profundo.
excelente !!!!!!!